El caso noruego: la apuesta por el coche eléctrico

La política de incentivos fiscales ha disparado las ventas, pero resulta difícil de sostener

coche eléctrico

La descarbonización cambiará la movilidad en todo el planeta. El caso de Noruega es el ejemplo más claro de como los incentivos fiscales y las ayudas han conseguido transformar el parque móvil de un país que, curiosamente, debe buena parte de su riqueza al petróleo.

Mientras que en el resto de los países europeos el coche eléctrico no acaba de despegar y tiene una cuota de mercado casi anecdótica, en la mayoría de los casos, Noruega está transformado su parque móvil con cifras que dan un protagonismo absoluto al vehículo eléctrico. El objetivo es que en 2025 ya no se vendan en este país coches que funcionen con combustibles fósiles.

El dato más reciente indica que el 97% de los coches que se venden en Noruega son enchufables, según un informe de Bloomberg NEF. De hecho, el 80% son exclusivamente eléctricos. Ningún otro país se acerca a estas cifras. En España, el dato se sitúa alrededor del 1% del total de ventas.

Los magníficos resultados obtenidos por Noruega están íntimamente vinculados a una política de incentivos puesta en marcha por las autoridades del país. Los vehículos eléctricos no pagaban IVA (25%) lo que mejora su competitividad en relación a los de combustión. Por otra parte, hasta 2017 no pagaban peajes e incluso pueden utilizar el carril bus para evitar atascos, además de disponer de aparcamientos gratuitos. No encontraríamos un caso similar en Europa lo que ha hecho que más del 12,1% de los vehículos que circulan por Noruega hoy sean eléctricos.

No obstante, el reverso de está situación, es una caída en la recaudación de impuestos que está provocando que el Gobierno noruego haya eliminado o reducido algunos de los incentivos. Suiza y Alemania también están estudiando una reducción progresiva a las medidas de estímulo a los vehículos con motorización eléctrica.

Para los Gobiernos el impacto de estas ayudas en sus ingresos no solo se concentra en la reducción de ingresos en el momento de la compra o en el pago de otros impuestos durante la vida del vehículo. Hay que sumar también la pérdida de ingresos a través de los ingresos que graban los combustibles fósiles y que representa el 43% del precio del litro de gasolina y el 38% en el caso del gasoil.

Ante esta situación, los Gobiernos, comprometidos con el medioambiente, se mueven en el difícil equilibrio de incentivar el desarrollo de los vehículos eléctricos y conseguir que estas medidas no desestabilicen más las finanzas públicas.

A pesar de las complicaciones, el desarrollo del vehículo eléctrico es imparable. Un hecho que también afectará al seguro, ya que estos vehículos tienen algunas particularidades en las coberturas relacionadas especialmente con las baterías. La industria aseguradora también deberá estar atenta a la evolución de sus productos para ajustarse a la transformación hacia un parque móvil eléctrico.

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